¿POR QUÉ PALAWAN?
Palawan es uno de esos raros casos en los que el eslogan publicitario hace verdadera justicia al sitio al que se refiere. “La última frontera de Filipinas” es en efecto la isla mejor conservada del archipiélago y uno de los lugares que mejor ha sabido combinar el desarrollo con la protección del medio ambiente. Aún hoy, la selva tropical cubre más de la mitad de su superficie, incluyendo grandes extensiones de bosque primario intacto que dan cobijo a una fauna única y a algunas de las últimas tribus de cazadores-recolectores de Asia.
Una naturaleza desbordante
Palawan es una estrecha franja de tierra (50km en su punto más ancho) que conecta en sus más 500km Borneo y las Filipinas. Aunque políticamente pertenece a estas últimas, su naturaleza tiene mucho más que ver con Borneo que con el archipiélago. El pequeño estrecho que separa ambas islas quedó emergido
en sucesivos periodos glaciares, llegando a formar un puente de tierra entre Palawan y la Plataforma de Sunda y Asia continental. Como resultado la isla está hoy poblada en su mayor parte por la fauna de Malesia, como pangolines (Manis culionensis), puercoespines (Hystrix pumila), nutrias (Amblonyx cinereus), binturones (Actitis binturong), tortugas hoja (Cyclemis dentata) y ciertas especies de ranas arborícolas (Polypedates macrotis). Un buen número de aves de Borneo ha colonizado también Palawan sin llegar a alcanzar el resto de las Filipinas. Es el caso de la Irena Dorsiazul (Irena puella), el Miná Religioso (Gracula religiosa), el Malcoha Pechicastaño (Phaenicophaeus curvirostris), o de los grandes pájaros carpinteros Mulleripicus pulverulentus y Driocopus javensis.
Así mismo, la dirección predominante de los vientos y las corrientes oceánicas acabaron sembrando la isla de náufragos llegados del vecino archipiélago filipino. Este proceso “inverso” es particularmente notable entre las aves con, por ejemplo, la presencia de cacatúas (Cacatua haematuropygia), loritos-momotos (Prioniturus platenae), el Ánade Filipino (Anas luzonica), o el Talégalo Filipino (Megapodius cumingii), este último perteneciente a una primitiva familia de aves con origen en Australasia, más allá de la línea de Wallace.
Pero más allá de sus relaciones con otros territorios Palawan es en definitiva una isla, y lo ha sido por mucho tiempo. Largos periodos de aislamiento han dado lugar a un extraordinario elenco de endemismos, que abarca desde extrañas plantas carnívoras (Nepenthes palawanensis, N. mantalingajanensis, N. attenboroughii) a majestuosos zorros voladores (Acerodon leucotis). El Tejón Mofeta de Palawan (Mydaus marchei), la Rana Cornuda de Palawan (Megophrys
ligayae), el Sapillo de Palawan (Pelophryne albotaeniata), la Tortuga de Bosque Filipina (Siebenrockiella leytensis), o el cangrejo púrpura de agua dulce Insulamon palawanense, son algunas de las especies exclusivas de la isla, como también lo son un gran número de aves, como el Espolonero de Palawan (Polyplectron emphanum), el Cálao de Palawan (Anthracoceros marchei), el Verdín de Palawan (Chloropsis palawanensis), el Carbonero de Palawan (Periparus amabilis), el Papamoscas de Palawan (Ficedula platenae), el Monarca-colilargo de Palawan (Terpsiphone cyanescens) o el Picaflores de Palawan (Prionochilus plateni).
Toda esta diversidad se funde con el más increíble de los paisajes. Dominada por una cadena montañosa que se eleva más 2.000 m sobre el nivel del mar, la topografía de la isla se precipita dramáticamente sobre el océano. La incesante lluvia alimenta cientos de ríos que fluyen apresuradamente para desembocar en playas desiertas interminables o en alguno de los manglares más altos del planeta.
Los últimos cazadores-recolectores
Poco ha cambiado desde que sus ancestros habitaban las cuevas Tabon. Si acaso los extraños visitantes que se dejan caer de vez en cuando por la aldea. Ya sea en la espesura de la Aguja de Cleopatra o en el remoto valle de Singnapan, los cazadores-recolectores de Palawan aún viven como hace miles de años, conocedores aunque ajenos por voluntad propia del mundo tecnológico que bulle ahí fuera, como lo hicieron en el pasado con comerciantes chinos, árabes y malayos.
Los pueblos nativos de Palawan, como su vida salvaje, colonizaron la isla desde la vecina Borneo. Tanto étnica como culturalmente mantienen una estrecha relación con las tribus Dayak y, como ellas, viven totalmente integrados en su medio. Los Batak, a quienes algunos relacionan por su parecido físico con el grupo “negrito” de Luzón central (los Aeta), subsisten gracias a la tala y quema itinerante, la agricultura de subsistencia y el comercio del ratán, la almáciga y la
miel con los habitantes de las tierras bajas. Son un grupo animista cuyas creencias están fuertemente cimentadas en su relación con los espíritus de la naturaleza. Se cree que en la actualidad apenas quedan unos 500 Batak en Palawan, y su número continúa decreciendo lentamente a medida que van siendo absorbidos por las comunidades circundantes (los Batak raramente contraen matrimonio dentro de su propio grupo).
El caso de los Tao’t Bato, literalmente “el pueblo de las rocas”, es aún más dramático si cabe. Esta pequeña tribu del grupo Palaw’an está restringida a un diminuto valle al sur de Palawan que está seriamente amenazado por el avance de las concesiones mineras. El modo de vida de los Tao’t Bato es muy similar al de
los Batak, y está también basado el cultivo de la mandioca y el boniato, así como en el intercambio de productos forestales como el ratán o la almáciga por arroz y pescado. Su cultura, incluyendo sus artes y vestimentas, es altamente primitiva. Durante determinados periodos del año llegan incluso a instalarse en refugios de los afloramientos rocosos del bosque, que aseguran mediante estructuras rudimentarias de ratán y bambú.
Los Tao’t Bato y los Batak, al igual que otras tribus de cazadores-recolectores que han llegado hasta nuestros días, no son sólo el patrimonio de Palawan o de Filipinas, sino un legado para toda la humanidad, como los últimos hombres que viven en harmonía con la naturaleza.
Un litoral de ensueño
“The waterworld”, el otro apelativo con el que se conoce a Palawan, una vez más le hace justicia. Sus más de 2.000 km de caprichoso litoral comprenden algunos de los más bellos paisajes de la tierra. Ya hace unas décadas los acantilados kársticos de El Nido atrajeron las miradas del turismo internacional hacia Palawan. Pero las aguas de la isla tienen sin duda mucho más que ofrecer, como el paisaje de otro tiempo del Golfo de Malampaya, las playas vírgenes sin fin de Aporawan o los cientos de islas desiertas diseminadas por la costa nordeste.
Los fondos marinos son aun más impresionantes si cabe. Los de Palawan son los mejores (y en cierto modo, los últimos) arrecifes de coral de las Filipinas. Albergan una extraordinaria diversidad de corales, peces e invertebrados, incluyendo la amenazada almeja gigante Tridacna gigas. Pero existen también grandes extensiones de plataforma continental cubiertas por praderas de fanerógamas marinas, que proporcionan sustento a dugongos (Dugong dugon) y tortugas verdes (Chelonia mydas). Más allá, en las aguas profundas que rodean la isla, moran algunas de las más impresionantes criaturas del mar, las mantas raya (Manta biostris), los tiburones ballena (Rhincodon typus) y los rorcuales aliblancos (Balaenoptera acutorostrata).
Pequeños detalles que marcan la diferencia
Palawan tiene unas infraestructuras muy notables para los estándares de la región. La carretera principal, cuidadosamente mantenida, la atraviesa de un extremo a otro. Cuenta así mismo con un aeropuerto internacional por el que pasan cada año más de un millón de viajeros. Hasta su forma, estrecha y alargada, favorece el turismo al permitir el acceso desde la costa a prácticamente cualquier rincón. Pese a ello, con El Nido y el Río Subterráneo acaparando la mayoría de visitantes, todavía es posible disfrutar de un ambiente tranquilo por toda la isla. Una muy buena seguridad, bastante inusual en Filipinas, y sobretodo el extraordinario encanto de la gente terminan por hacer el resto.
Merece la pena terminar mencionando que tanto gobierno de la nación, a través del PCSD (Consejo para el Desarrollo Sostenible de Palawan) y el DENR (Departamento de Recursos Naturales y Medio Ambiente), como las autoridades locales y regionales, están totalmente comprometidas con la puesta en marcha de políticas de desarrollo sostenible. Su visión innovadora ha llevado a asentarse en la isla a un gran número de organizaciones no gubernamentales y empresas ecológicas, como la nuestra misma. Todo ello está contribuyendo a sentar las bases de un futuro prometedor para Palawan.
¿POR QUÉ PALAWAN?
Palawan es uno de esos raros casos en los que el eslogan publicitario hace verdadera justicia al sitio al que se refiere. “La última frontera de Filipinas” es en efecto la isla mejor conservada del archipiélago y uno de los lugares que mejor ha sabido combinar el desarrollo con la protección del medio ambiente. Aún hoy, la selva tropical cubre más de la mitad de su superficie, incluyendo grandes extensiones de bosque primario intacto que dan cobijo a una fauna única y a algunas de las últimas tribus de cazadores-recolectores de Asia.
Una naturaleza desbordante
Palawan es una estrecha franja de tierra (50km en su punto más ancho) que conecta en sus más 500km Borneo y las Filipinas. Aunque políticamente pertenece a estas últimas, su naturaleza tiene mucho más que ver con Borneo que con el archipiélago. El pequeño estrecho que separa ambas islas quedó emergidoen sucesivos periodos glaciares, llegando a formar un puente de tierra entre Palawan y la Plataforma de Sunda y Asia continental. Como resultado la isla está hoy poblada en su mayor parte por la fauna de Malesia, como pangolines (Manis culionensis), puercoespines (Hystrix pumila), nutrias (Amblonyx cinereus), binturones (Actitis binturong), tortugas hoja (Cyclemis dentata) y ciertas especies de ranas arborícolas (Polypedates macrotis). Un buen número de aves de Borneo ha colonizado también Palawan sin llegar a alcanzar el resto de las Filipinas. Es el caso de la Irena Dorsiazul (Irena puella), el Miná Religioso (Gracula religiosa), el Malcoha Pechicastaño (Phaenicophaeus curvirostris), o de los grandes pájaros carpinteros Mulleripicus pulverulentus y Driocopus javensis.
Así mismo, la dirección predominante de los vientos y las corrientes oceánicas acabaron sembrando la isla de náufragos llegados del vecino archipiélago filipino. Este proceso “inverso” es particularmente notable entre las aves con, por ejemplo, la presencia de cacatúas (Cacatua haematuropygia), loritos-momotos (Prioniturus platenae), el Ánade Filipino (Anas luzonica), o el Talégalo Filipino (Megapodius cumingii), este último perteneciente a una primitiva familia de aves con origen en Australasia, más allá de la línea de Wallace.
Pero más allá de sus relaciones con otros territorios Palawan es en definitiva una isla, y lo ha sido por mucho tiempo. Largos periodos de aislamiento han dado lugar a un extraordinario elenco de endemismos, que abarca desde extrañas plantas carnívoras (Nepenthes palawanensis, N. mantalingajanensis, N. attenboroughii) a majestuosos zorros voladores (Acerodon leucotis). El Tejón Mofeta de Palawan (Mydaus marchei), la Rana Cornuda de Palawan (Megophrys ligayae), el Sapillo de Palawan (Pelophryne albotaeniata), la Tortuga de Bosque Filipina (Siebenrockiella leytensis), o el cangrejo púrpura de agua dulce Insulamon palawanense, son algunas de las especies exclusivas de la isla, como también lo son un gran número de aves, como el Espolonero de Palawan (Polyplectron emphanum), el Cálao de Palawan (Anthracoceros marchei), el Verdín de Palawan (Chloropsis palawanensis), el Carbonero de Palawan (Periparus amabilis), el Papamoscas de Palawan (Ficedula platenae), el Monarca-colilargo de Palawan (Terpsiphone cyanescens) o el Picaflores de Palawan (Prionochilus plateni).
Toda esta diversidad se funde con el más increíble de los paisajes. Dominada por una cadena montañosa que se eleva más 2.000 m sobre el nivel del mar, la topografía de la isla se precipita dramáticamente sobre el océano. La incesante lluvia alimenta cientos de ríos que fluyen apresuradamente para desembocar en playas desiertas interminables o en alguno de los manglares más altos del planeta.
Los últimos cazadores-recolectores
Poco ha cambiado desde que sus ancestros habitaban las cuevas Tabon. Si acaso los extraños visitantes que se dejan caer de vez en cuando por la aldea. Ya sea en la espesura de la Aguja de Cleopatra o en el remoto valle de Singnapan, los cazadores-recolectores de Palawan aún viven como hace miles de años, conocedores aunque ajenos por voluntad propia del mundo tecnológico que bulle ahí fuera, como lo hicieron en el pasado con comerciantes chinos, árabes y malayos.
Los pueblos nativos de Palawan, como su vida salvaje, colonizaron la isla desde la vecina Borneo. Tanto étnica como culturalmente mantienen una estrecha relación con las tribus Dayak y, como ellas, viven totalmente integrados en su medio. Los Batak, a quienes algunos relacionan por su parecido físico con el grupo “negrito” de Luzón central (los Aeta), subsisten gracias a la tala y quema itinerante, la agricultura de subsistencia y el comercio del ratán, la almáciga y la miel con los habitantes de las tierras bajas. Son un grupo animista cuyas creencias están fuertemente cimentadas en su relación con los espíritus de la naturaleza. Se cree que en la actualidad apenas quedan unos 500 Batak en Palawan, y su número continúa decreciendo lentamente a medida que van siendo absorbidos por las comunidades circundantes (los Batak raramente contraen matrimonio dentro de su propio grupo).
El caso de los Tao’t Bato, literalmente “el pueblo de las rocas”, es aún más dramático si cabe. Esta pequeña tribu del grupo Palaw’an está restringida a un diminuto valle al sur de Palawan que está seriamente amenazado por el avance de las concesiones mineras. El modo de vida de los Tao’t Bato es muy similar al de los Batak, y está también basado el cultivo de la mandioca y el boniato, así como en el intercambio de productos forestales como el ratán o la almáciga por arroz y pescado. Su cultura, incluyendo sus artes y vestimentas, es altamente primitiva. Durante determinados periodos del año llegan incluso a instalarse en refugios de los afloramientos rocosos del bosque, que aseguran mediante estructuras rudimentarias de ratán y bambú.
Los Tao’t Bato y los Batak, al igual que otras tribus de cazadores-recolectores que han llegado hasta nuestros días, no son sólo el patrimonio de Palawan o de Filipinas, sino un legado para toda la humanidad, como los últimos hombres que viven en harmonía con la naturaleza.
Un litoral de ensueño
“The waterworld”, el otro apelativo con el que se conoce a Palawan, una vez más le hace justicia. Sus más de 2.000 km de caprichoso litoral comprenden algunos de los más bellos paisajes de la tierra. Ya hace unas décadas los acantilados kársticos de El Nido atrajeron las miradas del turismo internacional hacia Palawan. Pero las aguas de la isla tienen sin duda mucho más que ofrecer, como el paisaje de otro tiempo del Golfo de Malampaya, las playas vírgenes sin fin de Aporawan o los cientos de islas desiertas diseminadas por la costa nordeste.
Los fondos marinos son aun más impresionantes si cabe. Los de Palawan son los mejores (y en cierto modo, los últimos) arrecifes de coral de las Filipinas. Albergan una extraordinaria diversidad de corales, peces e invertebrados, incluyendo la amenazada almeja gigante Tridacna gigas. Pero existen también grandes extensiones de plataforma continental cubiertas por praderas de fanerógamas marinas, que proporcionan sustento a dugongos (Dugong dugon) y tortugas verdes (Chelonia mydas). Más allá, en las aguas profundas que rodean la isla, moran algunas de las más impresionantes criaturas del mar, las mantas raya (Manta biostris), los tiburones ballena (Rhincodon typus) y los rorcuales aliblancos (Balaenoptera acutorostrata).
Pequeños detalles que marcan la diferencia
Palawan tiene unas infraestructuras muy notables para los estándares de la región. La carretera principal, cuidadosamente mantenida, la atraviesa de un extremo a otro. Cuenta así mismo con un aeropuerto internacional por el que pasan cada año más de un millón de viajeros. Hasta su forma, estrecha y alargada, favorece el turismo al permitir el acceso desde la costa a prácticamente cualquier rincón. Pese a ello, con El Nido y el Río Subterráneo acaparando la mayoría de visitantes, todavía es posible disfrutar de un ambiente tranquilo por toda la isla. Una muy buena seguridad, bastante inusual en Filipinas, y sobretodo el extraordinario encanto de la gente terminan por hacer el resto.
Merece la pena terminar mencionando que tanto gobierno de la nación, a través del PCSD (Consejo para el Desarrollo Sostenible de Palawan) y el DENR (Departamento de Recursos Naturales y Medio Ambiente), como las autoridades locales y regionales, están totalmente comprometidas con la puesta en marcha de políticas de desarrollo sostenible. Su visión innovadora ha llevado a asentarse en la isla a un gran número de organizaciones no gubernamentales y empresas ecológicas, como la nuestra misma. Todo ello está contribuyendo a sentar las bases de un futuro prometedor para Palawan.
¿POR QUÉ PALAWAN?
Palawan es uno de esos raros casos en los que el eslogan publicitario hace verdadera justicia al sitio al que se refiere. “La última frontera de Filipinas” es en efecto la isla mejor conservada del archipiélago y uno de los lugares que mejor ha sabido combinar el desarrollo con la protección del medio ambiente. Aún hoy, la selva tropical cubre más de la mitad de su superficie, incluyendo grandes extensiones de bosque primario intacto que dan cobijo a una fauna única y a algunas de las últimas tribus de cazadores-recolectores de Asia.
Una naturaleza desbordante
Palawan es una estrecha franja de tierra (50km en su punto más ancho) que conecta en sus más 500km Borneo y las Filipinas. Aunque políticamente pertenece a estas últimas, su naturaleza tiene mucho más que ver con Borneo que con el archipiélago. El pequeño estrecho que separa ambas islas quedó emergidoen sucesivos periodos glaciares, llegando a formar un puente de tierra entre Palawan y la Plataforma de Sunda y Asia continental. Como resultado la isla está hoy poblada en su mayor parte por la fauna de Malesia, como pangolines (Manis culionensis), puercoespines (Hystrix pumila), nutrias (Amblonyx cinereus), binturones (Actitis binturong), tortugas hoja (Cyclemis dentata) y ciertas especies de ranas arborícolas (Polypedates macrotis). Un buen número de aves de Borneo ha colonizado también Palawan sin llegar a alcanzar el resto de las Filipinas. Es el caso de la Irena Dorsiazul (Irena puella), el Miná Religioso (Gracula religiosa), el Malcoha Pechicastaño (Phaenicophaeus curvirostris), o de los grandes pájaros carpinteros Mulleripicus pulverulentus y Driocopus javensis.
Así mismo, la dirección predominante de los vientos y las corrientes oceánicas acabaron sembrando la isla de náufragos llegados del vecino archipiélago filipino. Este proceso “inverso” es particularmente notable entre las aves con, por ejemplo, la presencia de cacatúas (Cacatua haematuropygia), loritos-momotos (Prioniturus platenae), el Ánade Filipino (Anas luzonica), o el Talégalo Filipino (Megapodius cumingii), este último perteneciente a una primitiva familia de aves con origen en Australasia, más allá de la línea de Wallace.
Pero más allá de sus relaciones con otros territorios Palawan es en definitiva una isla, y lo ha sido por mucho tiempo. Largos periodos de aislamiento han dado lugar a un extraordinario elenco de endemismos, que abarca desde extrañas plantas carnívoras (Nepenthes palawanensis, N. mantalingajanensis, N. attenboroughii) a majestuosos zorros voladores (Acerodon leucotis). El Tejón Mofeta de Palawan (Mydaus marchei), la Rana Cornuda de Palawan (Megophrys ligayae), el Sapillo de Palawan (Pelophryne albotaeniata), la Tortuga de Bosque Filipina (Siebenrockiella leytensis), o el cangrejo púrpura de agua dulce Insulamon palawanense, son algunas de las especies exclusivas de la isla, como también lo son un gran número de aves, como el Espolonero de Palawan (Polyplectron emphanum), el Cálao de Palawan (Anthracoceros marchei), el Verdín de Palawan (Chloropsis palawanensis), el Carbonero de Palawan (Periparus amabilis), el Papamoscas de Palawan (Ficedula platenae), el Monarca-colilargo de Palawan (Terpsiphone cyanescens) o el Picaflores de Palawan (Prionochilus plateni).
Toda esta diversidad se funde con el más increíble de los paisajes. Dominada por una cadena montañosa que se eleva más 2.000 m sobre el nivel del mar, la topografía de la isla se precipita dramáticamente sobre el océano. La incesante lluvia alimenta cientos de ríos que fluyen apresuradamente para desembocar en playas desiertas interminables o en alguno de los manglares más altos del planeta.
Los últimos cazadores-recolectores
Poco ha cambiado desde que sus ancestros habitaban las cuevas Tabon. Si acaso los extraños visitantes que se dejan caer de vez en cuando por la aldea. Ya sea en la espesura de la Aguja de Cleopatra o en el remoto valle de Singnapan, los cazadores-recolectores de Palawan aún viven como hace miles de años, conocedores aunque ajenos por voluntad propia del mundo tecnológico que bulle ahí fuera, como lo hicieron en el pasado con comerciantes chinos, árabes y malayos.
Los pueblos nativos de Palawan, como su vida salvaje, colonizaron la isla desde la vecina Borneo. Tanto étnica como culturalmente mantienen una estrecha relación con las tribus Dayak y, como ellas, viven totalmente integrados en su medio. Los Batak, a quienes algunos relacionan por su parecido físico con el grupo “negrito” de Luzón central (los Aeta), subsisten gracias a la tala y quema itinerante, la agricultura de subsistencia y el comercio del ratán, la almáciga y la miel con los habitantes de las tierras bajas. Son un grupo animista cuyas creencias están fuertemente cimentadas en su relación con los espíritus de la naturaleza. Se cree que en la actualidad apenas quedan unos 500 Batak en Palawan, y su número continúa decreciendo lentamente a medida que van siendo absorbidos por las comunidades circundantes (los Batak raramente contraen matrimonio dentro de su propio grupo).
El caso de los Tao’t Bato, literalmente “el pueblo de las rocas”, es aún más dramático si cabe. Esta pequeña tribu del grupo Palaw’an está restringida a un diminuto valle al sur de Palawan que está seriamente amenazado por el avance de las concesiones mineras. El modo de vida de los Tao’t Bato es muy similar al de los Batak, y está también basado el cultivo de la mandioca y el boniato, así como en el intercambio de productos forestales como el ratán o la almáciga por arroz y pescado. Su cultura, incluyendo sus artes y vestimentas, es altamente primitiva. Durante determinados periodos del año llegan incluso a instalarse en refugios de los afloramientos rocosos del bosque, que aseguran mediante estructuras rudimentarias de ratán y bambú.
Los Tao’t Bato y los Batak, al igual que otras tribus de cazadores-recolectores que han llegado hasta nuestros días, no son sólo el patrimonio de Palawan o de Filipinas, sino un legado para toda la humanidad, como los últimos hombres que viven en harmonía con la naturaleza.
Un litoral de ensueño
“The waterworld”, el otro apelativo con el que se conoce a Palawan, una vez más le hace justicia. Sus más de 2.000 km de caprichoso litoral comprenden algunos de los más bellos paisajes de la tierra. Ya hace unas décadas los acantilados kársticos de El Nido atrajeron las miradas del turismo internacional hacia Palawan. Pero las aguas de la isla tienen sin duda mucho más que ofrecer, como el paisaje de otro tiempo del Golfo de Malampaya, las playas vírgenes sin fin de Aporawan o los cientos de islas desiertas diseminadas por la costa nordeste.
Los fondos marinos son aun más impresionantes si cabe. Los de Palawan son los mejores (y en cierto modo, los últimos) arrecifes de coral de las Filipinas. Albergan una extraordinaria diversidad de corales, peces e invertebrados, incluyendo la amenazada almeja gigante Tridacna gigas. Pero existen también grandes extensiones de plataforma continental cubiertas por praderas de fanerógamas marinas, que proporcionan sustento a dugongos (Dugong dugon) y tortugas verdes (Chelonia mydas). Más allá, en las aguas profundas que rodean la isla, moran algunas de las más impresionantes criaturas del mar, las mantas raya (Manta biostris), los tiburones ballena (Rhincodon typus) y los rorcuales aliblancos (Balaenoptera acutorostrata).
Pequeños detalles que marcan la diferencia
Palawan tiene unas infraestructuras muy notables para los estándares de la región. La carretera principal, cuidadosamente mantenida, la atraviesa de un extremo a otro. Cuenta así mismo con un aeropuerto internacional por el que pasan cada año más de un millón de viajeros. Hasta su forma, estrecha y alargada, favorece el turismo al permitir el acceso desde la costa a prácticamente cualquier rincón. Pese a ello, con El Nido y el Río Subterráneo acaparando la mayoría de visitantes, todavía es posible disfrutar de un ambiente tranquilo por toda la isla. Una muy buena seguridad, bastante inusual en Filipinas, y sobretodo el extraordinario encanto de la gente terminan por hacer el resto.
Merece la pena terminar mencionando que tanto gobierno de la nación, a través del PCSD (Consejo para el Desarrollo Sostenible de Palawan) y el DENR (Departamento de Recursos Naturales y Medio Ambiente), como las autoridades locales y regionales, están totalmente comprometidas con la puesta en marcha de políticas de desarrollo sostenible. Su visión innovadora ha llevado a asentarse en la isla a un gran número de organizaciones no gubernamentales y empresas ecológicas, como la nuestra misma. Todo ello está contribuyendo a sentar las bases de un futuro prometedor para Palawan.