Sobre Palawan
Sobre Palawan
¿POR QUÉ PALAWAN?

Palawan es uno de esos raros ca­sos en los que el es­lo­gan pub­lic­i­tario hace ver­dadera jus­ti­cia al sitio al que se re­fiere. “La úl­ti­ma fron­tera de Fil­ip­inas” es en efec­to la isla mejor con­ser­va­da del archip­iéla­go y uno de los lu­gares que mejor ha sabido com­bi­nar el de­sar­rol­lo con la pro­tec­ción del medio am­bi­ente. Aún hoy, la sel­va trop­i­cal cubre más de la mi­tad de su su­per­fi­cie, in­cluyen­do grandes ex­ten­siones de bosque pri­mario in­tac­to que dan co­bi­jo a una fau­na úni­ca y a al­gu­nas de las úl­ti­mas tribus de cazadores-recolec­tores de Asia.

Una naturaleza desbordante

Palawan es una es­trecha fran­ja de tier­ra (50km en su pun­to más an­cho) que conec­ta en sus más 500km Bor­neo y las Fil­ip­inas. Aunque políti­ca­mente pertenece a es­tas úl­ti­mas, su nat­u­raleza tiene mu­cho más que ver con Bor­neo que con el archip­iéla­go.  El pe­queño es­tre­cho que sep­a­ra am­bas is­las quedó emergido

en suce­sivos pe­ri­o­dos glacia­res, lle­gan­do a for­mar un puente de tier­ra en­tre Palawan y la Platafor­ma de Sun­da y Asia con­ti­nen­tal. Como re­sul­ta­do la isla está hoy pobla­da en su may­or parte por la fau­na de Male­sia, como pan­go­lines (Ma­n­is culio­nen­sis), puer­coespines (Hys­trix pumi­la), nu­trias (Am­blonyx cinereus), bin­tur­ones (Ac­ti­tis bin­tur­ong), tor­tu­gas hoja (Cy­clemis den­ta­ta) y cier­tas es­pecies de ranas ar­borí­co­las (Polype­dates macro­tis). Un buen número de aves de Bor­neo ha col­o­niza­do tam­bién Palawan sin lle­gar a al­can­zar el resto de las Fil­ip­inas. Es el caso de la Ire­na Dor­si­azul (Ire­na puel­la), el Miná Re­li­gioso (Grac­u­la re­li­giosa), el Mal­co­ha Pechi­cas­taño (Phaeni­cophaeus curvi­rostris), o de los grandes pá­jaros carpin­teros Mul­leripi­cus pul­veru­len­tus y Dri­o­co­pus javen­sis.

Así mis­mo, la di­rec­ción pre­dom­i­nante de los vien­tos y las cor­ri­entes oceáni­cas acabaron sem­bran­do la isla de náufra­gos lle­ga­dos del ve­ci­no archip­iéla­go fil­ipino. Este pro­ce­so “in­ver­so” es par­tic­u­lar­mente no­table en­tre las aves con, por ejem­p­lo, la pres­en­cia de ca­catúas (Ca­cat­ua haematur­opy­gia), lori­tos-mo­mo­tos (Pri­on­i­tu­rus plate­nae), el Ánade Fil­ipino (Anas lu­zon­i­ca), o el Talé­ga­lo Fil­ipino (Megapodius cumingii), este úl­ti­mo perteneciente a una prim­i­ti­va fa­mil­ia de aves con ori­gen en Aus­trala­sia, más allá de la línea de Wallace.

Pero más allá de sus rela­ciones con otros ter­ri­to­rios Palawan es en de­fin­i­ti­va una isla, y lo ha sido por mu­cho tiem­po. Lar­gos pe­ri­o­dos de ais­lamien­to han dado lu­gar a un ex­tra­or­di­nario elen­co de en­demis­mos, que abar­ca des­de ex­trañas plan­tas carnívo­ras (Ne­penthes palawa­nen­sis, N. man­talin­ga­ja­nen­sis, N. at­ten­bor­oughii) a ma­jes­tu­osos zor­ros voladores (Acerodon leu­co­tis). El Tejón Mofe­ta de Palawan (My­daus marchei),  la Rana Cor­nu­da de Palawan  (Megophrys

lig­ayae), el Sapil­lo de Palawan (Pelophryne al­b­o­tae­ni­a­ta), la Tor­tu­ga de Bosque Fil­ip­ina (Sieben­rock­iel­la leyten­sis), o el can­gre­jo púr­pu­ra de agua dulce In­su­la­m­on palawa­nense, son al­gu­nas de las es­pecies ex­clu­si­vas de la isla, como tam­bién lo son un gran número de aves, como el Es­polonero de Palawan (Poly­plec­tron em­phanum), el Cálao de Palawan (An­thra­co­ceros marchei), el Verdín de Palawan (Chlorop­sis palawa­nen­sis), el Car­bonero de Palawan (Peri­parus am­a­bilis), el Pa­pamoscas de Palawan (Ficedu­la plate­nae), el Monar­ca-co­l­ilargo de Palawan (Terp­si­phone cyanescens) o el Pi­caflo­res de Palawan (Pri­onochilus plateni).

Toda esta di­ver­si­dad se funde con el más in­creíble de los paisajes. Dom­i­na­da por una ca­de­na mon­tañosa que se el­e­va más 2.000 m so­bre el niv­el del mar, la topografía de la isla se pre­cipi­ta dramáti­ca­mente so­bre el océano. La ince­sante llu­via al­i­men­ta cien­tos de ríos que fluyen apresurada­mente para de­sem­bo­car en playas de­sier­tas in­ter­minables o en al­guno de los manglares más al­tos del plan­e­ta.

Los últimos cazadores-recolectores

Poco ha cam­bi­a­do des­de que sus an­ce­s­tros hab­it­a­ban las cuevas Tabon. Si aca­so los ex­traños vis­i­tantes que se de­jan caer de vez en cuan­do por la aldea. Ya sea en la es­pesura de la Agu­ja de Cleopa­tra o en el re­mo­to valle de Singna­pan, los cazadores-recolec­tores de Palawan aún viv­en como hace miles de años, cono­ce­dores aunque ajenos por vol­un­tad propia del mun­do tec­nológi­co que bulle ahí fuera, como lo hicieron en el pasa­do con com­er­ciantes chi­nos, árabes y malayos.

Los pueb­los na­tivos de Palawan, como su vida sal­va­je, col­o­nizaron la isla des­de la veci­na Bor­neo. Tan­to ét­ni­ca como cul­tural­mente mantienen una es­trecha relación con las tribus Dayak y, como el­las, viv­en to­tal­mente in­te­gra­dos en su medio. Los Batak, a quienes al­gunos rela­cio­nan por su pare­ci­do físi­co con el grupo “negri­to” de Luzón cen­tral (los Aeta), sub­sis­ten gra­cias a la tala y que­ma itin­er­ante, la agri­cul­tura de sub­sis­ten­cia y el com­er­cio del ratán,  la  almá­ci­ga  y  la

miel con los habi­tantes de las tier­ras ba­jas. Son un grupo an­i­mista cuyas creen­cias es­tán fuerte­mente ci­men­tadas en su relación con los es­píri­tus de la nat­u­raleza. Se cree que en la ac­tu­al­i­dad ape­nas quedan unos 500 Batak en Palawan, y su número con­tinúa de­cre­cien­do lenta­mente a me­di­da que van sien­do ab­sorbidos por las co­mu­nidades cir­cun­dantes (los Batak rara­mente con­traen mat­ri­mo­nio den­tro de su pro­pio grupo).

El caso de los Tao’t Bato, lit­eral­mente “el pueblo de las ro­cas”, es aún más dramáti­co si cabe. Esta pe­queña tribu del grupo Palaw’an está re­stringi­da a un dimin­u­to valle al sur de Palawan que está se­ri­amente ame­naza­do por el avance de las con­ce­siones min­eras.  El modo  de vida  de los Tao’t Bato  es muy sim­i­lar al de

los Batak, y está tam­bién basa­do el cul­ti­vo de la man­dio­ca y el bo­ni­a­to, así como en el in­ter­cam­bio de pro­duc­tos fore­stales como el ratán o la almá­ci­ga por ar­roz y pesca­do. Su cul­tura, in­cluyen­do sus artes y ves­ti­men­tas, es al­ta­mente prim­i­ti­va. Du­rante de­ter­mi­na­dos pe­ri­o­dos del año lle­gan in­clu­so a in­sta­larse en refu­gios de los aflo­ramien­tos ro­cosos del bosque, que ase­gu­ran me­di­ante es­truc­turas rudi­men­ta­rias de ratán y bambú.

Los Tao’t Bato y los Batak, al igual que otras tribus de cazadores-recolec­tores que han lle­ga­do has­ta nue­stros días, no son sólo el pat­ri­mo­nio de Palawan o de Fil­ip­inas, sino un lega­do para toda la hu­manidad, como los úl­ti­mos hom­bres que viv­en en har­monía con la naturaleza.

Un litoral de ensueño

“The wa­ter­world”, el otro apel­a­ti­vo con el que se conoce a Palawan, una vez más le hace jus­ti­cia. Sus más de 2.000 km de capri­choso litoral com­pren­den al­gunos de los más bel­los paisajes de la tier­ra. Ya hace unas dé­cadas los acan­ti­la­dos kársti­cos de El Nido atra­jeron las mi­radas del tur­is­mo in­ter­na­cional ha­cia Palawan. Pero las aguas de la isla tienen sin duda mu­cho más que ofre­cer, como el paisaje de otro tiem­po del Gol­fo de Malam­paya, las playas vír­genes sin fin de Apo­rawan o los cien­tos de is­las de­sier­tas dis­em­i­nadas por la cos­ta nordeste.

Los fon­dos mari­nos son aun más im­pre­sio­n­antes si cabe. Los de Palawan son los mejores (y en cier­to modo, los úl­ti­mos) ar­recifes de coral de las Fil­ip­inas. Al­ber­gan una ex­tra­or­di­nar­ia di­ver­si­dad de corales, peces e in­ver­te­bra­dos, in­cluyen­do la ame­naza­da alme­ja gi­gante Tri­dac­na gi­gas. Pero ex­is­ten tam­bién grandes ex­ten­siones de platafor­ma con­ti­nen­tal cu­bier­tas por praderas de fan­eróga­mas mari­nas, que pro­por­cio­nan sus­ten­to a dugon­gos (Dugong dugon) y tor­tu­gas verdes (Ch­e­lo­nia my­das). Más allá, en las aguas pro­fun­das que rodean la isla, moran al­gu­nas de las más im­pre­sio­n­antes criat­uras del mar, las man­tas raya (Man­ta biostris), los tiburones bal­lena (Rhin­codon ty­pus) y los ror­cuales al­i­blan­cos (Bal­aenoptera acu­toros­tra­ta).

Pequeños detalles que marcan la diferencia

Palawan tiene unas in­fraestruc­turas muy no­ta­bles para los es­tán­dares de la región. La car­retera prin­ci­pal, cuida­dosa­mente man­teni­da, la atraviesa de un ex­tremo a otro. Cuen­ta así mis­mo con un aerop­uer­to in­ter­na­cional por el que pasan cada año más de un mil­lón de vi­a­jeros. Has­ta su for­ma, es­trecha y alarga­da, fa­vorece el tur­is­mo al per­mi­tir el ac­ce­so des­de la cos­ta a prác­ti­ca­mente cualquier rincón. Pese a ello, con El Nido y el Río Sub­ter­rá­neo aca­paran­do la may­oría de vis­i­tantes, to­davía es posi­ble dis­fru­tar de un am­bi­ente tran­qui­lo por toda la isla. Una muy bue­na se­guri­dad, bas­tante inusu­al en Fil­ip­inas, y so­breto­do el ex­tra­or­di­nario en­can­to de la gente ter­mi­nan por hac­er el resto.

Merece la pena ter­mi­nar men­cio­nan­do que tan­to go­b­ier­no de la nación, a través del PCSD (Con­se­jo para el De­sar­rol­lo Sostenible de Palawan) y el DENR (De­par­ta­men­to de Re­cur­sos Nat­u­rales y Medio Am­bi­ente), como las au­tori­dades lo­cales y re­gionales, es­tán to­tal­mente com­pro­meti­das con la pues­ta en mar­cha de políti­cas de de­sar­rol­lo sostenible. Su visión in­no­vado­ra ha ll­e­va­do a asen­tarse en la isla a un gran número de or­ga­ni­za­ciones no gu­ber­na­men­tales y em­pre­sas ecológ­i­cas, como la nues­tra mis­ma. Todo ello está con­tribuyen­do a sen­tar las bases de un fu­turo prom­ete­dor para Palawan.

¿POR QUÉ PALAWAN?

Palawan es uno de esos raros ca­sos en los que el es­lo­gan pub­lic­i­tario hace ver­dadera jus­ti­cia al sitio al que se re­fiere. “La úl­ti­ma fron­tera de Fil­ip­inas” es en efec­to la isla mejor con­ser­va­da del archip­iéla­go y uno de los lu­gares que mejor ha sabido com­bi­nar el de­sar­rol­lo con la pro­tec­ción del medio am­bi­ente. Aún hoy, la sel­va trop­i­cal cubre más de la mi­tad de su su­per­fi­cie, in­cluyen­do grandes ex­ten­siones de bosque pri­mario in­tac­to que dan co­bi­jo a una fau­na úni­ca y a al­gu­nas de las úl­ti­mas tribus de cazadores-recolec­tores de Asia.

Una naturaleza desbordante

Palawan es una es­trecha fran­ja de tier­ra (50km en su pun­to más an­cho) que conec­ta en sus más 500km Bor­neo y las Fil­ip­inas. Aunque políti­ca­mente pertenece a es­tas úl­ti­mas, su nat­u­raleza tiene mu­cho más que ver con Bor­neo que con el archip­iéla­go. El pe­queño es­tre­cho que sep­a­ra am­bas is­las quedó emergi­doen suce­sivos pe­ri­o­dos glacia­res, lle­gan­do a for­mar un puente de tier­ra en­tre Palawan y la Platafor­ma de Sun­da y Asia con­ti­nen­tal. Como re­sul­ta­do la isla está hoy pobla­da en su may­or parte por la fau­na de Male­sia, como pan­go­lines (Ma­n­is culio­nen­sis), puer­coespines (Hys­trix pumi­la), nu­trias (Am­blonyx cinereus), bin­tur­ones (Ac­ti­tis bin­tur­ong), tor­tu­gas hoja (Cy­clemis den­ta­ta) y cier­tas es­pecies de ranas ar­borí­co­las (Polype­dates macro­tis). Un buen número de aves de Bor­neo ha col­o­niza­do tam­bién Palawan sin lle­gar a al­can­zar el resto de las Fil­ip­inas. Es el caso de la Ire­na Dor­si­azul (Ire­na puel­la), el Miná Re­li­gioso (Grac­u­la re­li­giosa), el Mal­co­ha Pechi­cas­taño (Phaeni­cophaeus curvi­rostris), o de los grandes pá­jaros carpin­teros Mul­leripi­cus pul­veru­len­tus y Dri­o­co­pus javen­sis.

Así mis­mo, la di­rec­ción pre­dom­i­nante de los vien­tos y las cor­ri­entes oceáni­cas acabaron sem­bran­do la isla de náufra­gos lle­ga­dos del ve­ci­no archip­iéla­go fil­ipino. Este pro­ce­so “in­ver­so” es par­tic­u­lar­mente no­table en­tre las aves con, por ejem­p­lo, la pres­en­cia de ca­catúas (Ca­cat­ua haematur­opy­gia), lori­tos-mo­mo­tos (Pri­on­i­tu­rus plate­nae), el Ánade Fil­ipino (Anas lu­zon­i­ca), o el Talé­ga­lo Fil­ipino (Megapodius cumingii), este úl­ti­mo perteneciente a una prim­i­ti­va fa­mil­ia de aves con ori­gen en Aus­trala­sia, más allá de la línea de Wallace.

Pero más allá de sus rela­ciones con otros ter­ri­to­rios Palawan es en de­fin­i­ti­va una isla, y lo ha sido por mu­cho tiem­po. Lar­gos pe­ri­o­dos de ais­lamien­to han dado lu­gar a un ex­tra­or­di­nario elen­co de en­demis­mos, que abar­ca des­de ex­trañas plan­tas carnívo­ras (Ne­penthes palawa­nen­sis, N. man­talin­ga­ja­nen­sis, N. at­ten­bor­oughii) a ma­jes­tu­osos zor­ros voladores (Acerodon leu­co­tis). El Tejón Mofe­ta de Palawan (My­daus marchei),  la Rana Cor­nu­da de Palawan  (Megophrys lig­ayae), el Sapil­lo de Palawan (Pelophryne al­b­o­tae­ni­a­ta), la Tor­tu­ga de Bosque Fil­ip­ina (Sieben­rock­iel­la leyten­sis), o el can­gre­jo púr­pu­ra de agua dulce In­su­la­m­on palawa­nense, son al­gu­nas de las es­pecies ex­clu­si­vas de la isla, como tam­bién lo son un gran número de aves, como el Es­polonero de Palawan (Poly­plec­tron em­phanum), el Cálao de Palawan (An­thra­co­ceros marchei), el Verdín de Palawan (Chlorop­sis palawa­nen­sis), el Car­bonero de Palawan (Peri­parus am­a­bilis), el Pa­pamoscas de Palawan (Ficedu­la plate­nae), el Monar­ca-co­l­ilargo de Palawan (Terp­si­phone cyanescens) o el Pi­caflo­res de Palawan (Pri­onochilus plateni).

Toda esta di­ver­si­dad se funde con el más in­creíble de los paisajes. Dom­i­na­da por una ca­de­na mon­tañosa que se el­e­va más 2.000 m so­bre el niv­el del mar, la topografía de la isla se pre­cipi­ta dramáti­ca­mente so­bre el océano. La ince­sante llu­via al­i­men­ta cien­tos de ríos que fluyen apresurada­mente para de­sem­bo­car en playas de­sier­tas in­ter­minables o en al­guno de los manglares más al­tos del plan­e­ta.

Los últimos cazadores-recolectores

Poco ha cam­bi­a­do des­de que sus an­ce­s­tros hab­it­a­ban las cuevas Tabon. Si aca­so los ex­traños vis­i­tantes que se de­jan caer de vez en cuan­do por la aldea. Ya sea en la es­pesura de la Agu­ja de Cleopa­tra o en el re­mo­to valle de Singna­pan, los cazadores-recolec­tores de Palawan aún viv­en como hace miles de años, cono­ce­dores aunque ajenos por vol­un­tad propia del mun­do tec­nológi­co que bulle ahí fuera, como lo hicieron en el pasa­do con com­er­ciantes chi­nos, árabes y malayos.

Los pueb­los na­tivos de Palawan, como su vida sal­va­je, col­o­nizaron la isla des­de la veci­na Bor­neo. Tan­to ét­ni­ca como cul­tural­mente mantienen una es­trecha relación con las tribus Dayak y, como el­las, viv­en to­tal­mente in­te­gra­dos en su medio. Los Batak, a quienes al­gunos rela­cio­nan por su pare­ci­do físi­co con el grupo “negri­to” de Luzón cen­tral (los Aeta), sub­sis­ten gra­cias a la tala y que­ma itin­er­ante, la agri­cul­tura de sub­sis­ten­cia y el com­er­cio del ratán,  la  almá­ci­ga  y  la miel con los habi­tantes de las tier­ras ba­jas. Son un grupo an­i­mista cuyas creen­cias es­tán fuerte­mente ci­men­tadas en su relación con los es­píri­tus de la nat­u­raleza. Se cree que en la ac­tu­al­i­dad ape­nas quedan unos 500 Batak en Palawan, y su número con­tinúa de­cre­cien­do lenta­mente a me­di­da que van sien­do ab­sorbidos por las co­mu­nidades cir­cun­dantes (los Batak rara­mente con­traen mat­ri­mo­nio den­tro de su pro­pio grupo).

El caso de los Tao’t Bato, lit­eral­mente “el pueblo de las ro­cas”, es aún más dramáti­co si cabe. Esta pe­queña tribu del grupo Palaw’an está re­stringi­da a un dimin­u­to valle al sur de Palawan que está se­ri­amente ame­naza­do por el avance de las con­ce­siones min­eras.  El modo  de vida  de los Tao’t Bato  es muy sim­i­lar al de los Batak, y está tam­bién basa­do el cul­ti­vo de la man­dio­ca y el bo­ni­a­to, así como en el in­ter­cam­bio de pro­duc­tos fore­stales como el ratán o la almá­ci­ga por ar­roz y pesca­do. Su cul­tura, in­cluyen­do sus artes y ves­ti­men­tas, es al­ta­mente prim­i­ti­va. Du­rante de­ter­mi­na­dos pe­ri­o­dos del año lle­gan in­clu­so a in­sta­larse en refu­gios de los aflo­ramien­tos ro­cosos del bosque, que ase­gu­ran me­di­ante es­truc­turas rudi­men­ta­rias de ratán y bambú.

Los Tao’t Bato y los Batak, al igual que otras tribus de cazadores-recolec­tores que han lle­ga­do has­ta nue­stros días, no son sólo el pat­ri­mo­nio de Palawan o de Fil­ip­inas, sino un lega­do para toda la hu­manidad, como los úl­ti­mos hom­bres que viv­en en har­monía con la naturaleza.

Un litoral de ensueño

“The wa­ter­world”, el otro apel­a­ti­vo con el que se conoce a Palawan, una vez más le hace jus­ti­cia. Sus más de 2.000 km de capri­choso litoral com­pren­den al­gunos de los más bel­los paisajes de la tier­ra. Ya hace unas dé­cadas los acan­ti­la­dos kársti­cos de El Nido atra­jeron las mi­radas del tur­is­mo in­ter­na­cional ha­cia Palawan. Pero las aguas de la isla tienen sin duda mu­cho más que ofre­cer, como el paisaje de otro tiem­po del Gol­fo de Malam­paya, las playas vír­genes sin fin de Apo­rawan o los cien­tos de is­las de­sier­tas dis­em­i­nadas por la cos­ta nordeste.

Los fon­dos mari­nos son aun más im­pre­sio­n­antes si cabe. Los de Palawan son los mejores (y en cier­to modo, los úl­ti­mos) ar­recifes de coral de las Fil­ip­inas. Al­ber­gan una ex­tra­or­di­nar­ia di­ver­si­dad de corales, peces e in­ver­te­bra­dos, in­cluyen­do la ame­naza­da alme­ja gi­gante Tri­dac­na gi­gas. Pero ex­is­ten tam­bién grandes ex­ten­siones de platafor­ma con­ti­nen­tal cu­bier­tas por praderas de fan­eróga­mas mari­nas, que pro­por­cio­nan sus­ten­to a dugon­gos (Dugong dugon) y tor­tu­gas verdes (Ch­e­lo­nia my­das). Más allá, en las aguas pro­fun­das que rodean la isla, moran al­gu­nas de las más im­pre­sio­n­antes criat­uras del mar, las man­tas raya (Man­ta biostris), los tiburones bal­lena (Rhin­codon ty­pus) y los ror­cuales al­i­blan­cos (Bal­aenoptera acu­toros­tra­ta).

Pequeños detalles que marcan la diferencia

Palawan tiene unas in­fraestruc­turas muy no­ta­bles para los es­tán­dares de la región. La car­retera prin­ci­pal, cuida­dosa­mente man­teni­da, la atraviesa de un ex­tremo a otro. Cuen­ta así mis­mo con un aerop­uer­to in­ter­na­cional por el que pasan cada año más de un mil­lón de vi­a­jeros. Has­ta su for­ma, es­trecha y alarga­da, fa­vorece el tur­is­mo al per­mi­tir el ac­ce­so des­de la cos­ta a prác­ti­ca­mente cualquier rincón. Pese a ello, con El Nido y el Río Sub­ter­rá­neo aca­paran­do la may­oría de vis­i­tantes, to­davía es posi­ble dis­fru­tar de un am­bi­ente tran­qui­lo por toda la isla. Una muy bue­na se­guri­dad, bas­tante inusu­al en Fil­ip­inas, y so­breto­do el ex­tra­or­di­nario en­can­to de la gente ter­mi­nan por hac­er el resto.

Merece la pena ter­mi­nar men­cio­nan­do que tan­to go­b­ier­no de la nación, a través del PCSD (Con­se­jo para el De­sar­rol­lo Sostenible de Palawan) y el DENR (De­par­ta­men­to de Re­cur­sos Nat­u­rales y Medio Am­bi­ente), como las au­tori­dades lo­cales y re­gionales, es­tán to­tal­mente com­pro­meti­das con la pues­ta en mar­cha de políti­cas de de­sar­rol­lo sostenible. Su visión in­no­vado­ra ha ll­e­va­do a asen­tarse en la isla a un gran número de or­ga­ni­za­ciones no gu­ber­na­men­tales y em­pre­sas ecológ­i­cas, como la nues­tra mis­ma. Todo ello está con­tribuyen­do a sen­tar las bases de un fu­turo prom­ete­dor para Palawan.

¿POR QUÉ PALAWAN?

Palawan es uno de esos raros ca­sos en los que el es­lo­gan pub­lic­i­tario hace ver­dadera jus­ti­cia al sitio al que se re­fiere. “La úl­ti­ma fron­tera de Fil­ip­inas” es en efec­to la isla mejor con­ser­va­da del archip­iéla­go y uno de los lu­gares que mejor ha sabido com­bi­nar el de­sar­rol­lo con la pro­tec­ción del medio am­bi­ente. Aún hoy, la sel­va trop­i­cal cubre más de la mi­tad de su su­per­fi­cie, in­cluyen­do grandes ex­ten­siones de bosque pri­mario in­tac­to que dan co­bi­jo a una fau­na úni­ca y a al­gu­nas de las úl­ti­mas tribus de cazadores-recolec­tores de Asia.

Una naturaleza desbordante

Palawan es una es­trecha fran­ja de tier­ra (50km en su pun­to más an­cho) que conec­ta en sus más 500km Bor­neo y las Fil­ip­inas. Aunque políti­ca­mente pertenece a es­tas úl­ti­mas, su nat­u­raleza tiene mu­cho más que ver con Bor­neo que con el archip­iéla­go. El pe­queño es­tre­cho que sep­a­ra am­bas is­las quedó emergi­doen suce­sivos pe­ri­o­dos glacia­res, lle­gan­do a for­mar un puente de tier­ra en­tre Palawan y la Platafor­ma de Sun­da y Asia con­ti­nen­tal. Como re­sul­ta­do la isla está hoy pobla­da en su may­or parte por la fau­na de Male­sia, como pan­go­lines (Ma­n­is culio­nen­sis), puer­coespines (Hys­trix pumi­la), nu­trias (Am­blonyx cinereus), bin­tur­ones (Ac­ti­tis bin­tur­ong), tor­tu­gas hoja (Cy­clemis den­ta­ta) y cier­tas es­pecies de ranas ar­borí­co­las (Polype­dates macro­tis). Un buen número de aves de Bor­neo ha col­o­niza­do tam­bién Palawan sin lle­gar a al­can­zar el resto de las Fil­ip­inas. Es el caso de la Ire­na Dor­si­azul (Ire­na puel­la), el Miná Re­li­gioso (Grac­u­la re­li­giosa), el Mal­co­ha Pechi­cas­taño (Phaeni­cophaeus curvi­rostris), o de los grandes pá­jaros carpin­teros Mul­leripi­cus pul­veru­len­tus y Dri­o­co­pus javen­sis.

Así mis­mo, la di­rec­ción pre­dom­i­nante de los vien­tos y las cor­ri­entes oceáni­cas acabaron sem­bran­do la isla de náufra­gos lle­ga­dos del ve­ci­no archip­iéla­go fil­ipino. Este pro­ce­so “in­ver­so” es par­tic­u­lar­mente no­table en­tre las aves con, por ejem­p­lo, la pres­en­cia de ca­catúas (Ca­cat­ua haematur­opy­gia), lori­tos-mo­mo­tos (Pri­on­i­tu­rus plate­nae), el Ánade Fil­ipino (Anas lu­zon­i­ca), o el Talé­ga­lo Fil­ipino (Megapodius cumingii), este úl­ti­mo perteneciente a una prim­i­ti­va fa­mil­ia de aves con ori­gen en Aus­trala­sia, más allá de la línea de Wallace.

Pero más allá de sus rela­ciones con otros ter­ri­to­rios Palawan es en de­fin­i­ti­va una isla, y lo ha sido por mu­cho tiem­po. Lar­gos pe­ri­o­dos de ais­lamien­to han dado lu­gar a un ex­tra­or­di­nario elen­co de en­demis­mos, que abar­ca des­de ex­trañas plan­tas carnívo­ras (Ne­penthes palawa­nen­sis, N. man­talin­ga­ja­nen­sis, N. at­ten­bor­oughii) a ma­jes­tu­osos zor­ros voladores (Acerodon leu­co­tis). El Tejón Mofe­ta de Palawan (My­daus marchei),  la Rana Cor­nu­da de Palawan  (Megophrys lig­ayae), el Sapil­lo de Palawan (Pelophryne al­b­o­tae­ni­a­ta), la Tor­tu­ga de Bosque Fil­ip­ina (Sieben­rock­iel­la leyten­sis), o el can­gre­jo púr­pu­ra de agua dulce In­su­la­m­on palawa­nense, son al­gu­nas de las es­pecies ex­clu­si­vas de la isla, como tam­bién lo son un gran número de aves, como el Es­polonero de Palawan (Poly­plec­tron em­phanum), el Cálao de Palawan (An­thra­co­ceros marchei), el Verdín de Palawan (Chlorop­sis palawa­nen­sis), el Car­bonero de Palawan (Peri­parus am­a­bilis), el Pa­pamoscas de Palawan (Ficedu­la plate­nae), el Monar­ca-co­l­ilargo de Palawan (Terp­si­phone cyanescens) o el Pi­caflo­res de Palawan (Pri­onochilus plateni).

Toda esta di­ver­si­dad se funde con el más in­creíble de los paisajes. Dom­i­na­da por una ca­de­na mon­tañosa que se el­e­va más 2.000 m so­bre el niv­el del mar, la topografía de la isla se pre­cipi­ta dramáti­ca­mente so­bre el océano. La ince­sante llu­via al­i­men­ta cien­tos de ríos que fluyen apresurada­mente para de­sem­bo­car en playas de­sier­tas in­ter­minables o en al­guno de los manglares más al­tos del plan­e­ta.

Los últimos cazadores-recolectores

Poco ha cam­bi­a­do des­de que sus an­ce­s­tros hab­it­a­ban las cuevas Tabon. Si aca­so los ex­traños vis­i­tantes que se de­jan caer de vez en cuan­do por la aldea. Ya sea en la es­pesura de la Agu­ja de Cleopa­tra o en el re­mo­to valle de Singna­pan, los cazadores-recolec­tores de Palawan aún viv­en como hace miles de años, cono­ce­dores aunque ajenos por vol­un­tad propia del mun­do tec­nológi­co que bulle ahí fuera, como lo hicieron en el pasa­do con com­er­ciantes chi­nos, árabes y malayos.

Los pueb­los na­tivos de Palawan, como su vida sal­va­je, col­o­nizaron la isla des­de la veci­na Bor­neo. Tan­to ét­ni­ca como cul­tural­mente mantienen una es­trecha relación con las tribus Dayak y, como el­las, viv­en to­tal­mente in­te­gra­dos en su medio. Los Batak, a quienes al­gunos rela­cio­nan por su pare­ci­do físi­co con el grupo “negri­to” de Luzón cen­tral (los Aeta), sub­sis­ten gra­cias a la tala y que­ma itin­er­ante, la agri­cul­tura de sub­sis­ten­cia y el com­er­cio del ratán,  la  almá­ci­ga  y  la miel con los habi­tantes de las tier­ras ba­jas. Son un grupo an­i­mista cuyas creen­cias es­tán fuerte­mente ci­men­tadas en su relación con los es­píri­tus de la nat­u­raleza. Se cree que en la ac­tu­al­i­dad ape­nas quedan unos 500 Batak en Palawan, y su número con­tinúa de­cre­cien­do lenta­mente a me­di­da que van sien­do ab­sorbidos por las co­mu­nidades cir­cun­dantes (los Batak rara­mente con­traen mat­ri­mo­nio den­tro de su pro­pio grupo).

El caso de los Tao’t Bato, lit­eral­mente “el pueblo de las ro­cas”, es aún más dramáti­co si cabe. Esta pe­queña tribu del grupo Palaw’an está re­stringi­da a un dimin­u­to valle al sur de Palawan que está se­ri­amente ame­naza­do por el avance de las con­ce­siones min­eras.  El modo  de vida  de los Tao’t Bato  es muy sim­i­lar al de los Batak, y está tam­bién basa­do el cul­ti­vo de la man­dio­ca y el bo­ni­a­to, así como en el in­ter­cam­bio de pro­duc­tos fore­stales como el ratán o la almá­ci­ga por ar­roz y pesca­do. Su cul­tura, in­cluyen­do sus artes y ves­ti­men­tas, es al­ta­mente prim­i­ti­va. Du­rante de­ter­mi­na­dos pe­ri­o­dos del año lle­gan in­clu­so a in­sta­larse en refu­gios de los aflo­ramien­tos ro­cosos del bosque, que ase­gu­ran me­di­ante es­truc­turas rudi­men­ta­rias de ratán y bambú.

Los Tao’t Bato y los Batak, al igual que otras tribus de cazadores-recolec­tores que han lle­ga­do has­ta nue­stros días, no son sólo el pat­ri­mo­nio de Palawan o de Fil­ip­inas, sino un lega­do para toda la hu­manidad, como los úl­ti­mos hom­bres que viv­en en har­monía con la naturaleza.

Un litoral de ensueño

“The wa­ter­world”, el otro apel­a­ti­vo con el que se conoce a Palawan, una vez más le hace jus­ti­cia. Sus más de 2.000 km de capri­choso litoral com­pren­den al­gunos de los más bel­los paisajes de la tier­ra. Ya hace unas dé­cadas los acan­ti­la­dos kársti­cos de El Nido atra­jeron las mi­radas del tur­is­mo in­ter­na­cional ha­cia Palawan. Pero las aguas de la isla tienen sin duda mu­cho más que ofre­cer, como el paisaje de otro tiem­po del Gol­fo de Malam­paya, las playas vír­genes sin fin de Apo­rawan o los cien­tos de is­las de­sier­tas dis­em­i­nadas por la cos­ta nordeste.

Los fon­dos mari­nos son aun más im­pre­sio­n­antes si cabe. Los de Palawan son los mejores (y en cier­to modo, los úl­ti­mos) ar­recifes de coral de las Fil­ip­inas. Al­ber­gan una ex­tra­or­di­nar­ia di­ver­si­dad de corales, peces e in­ver­te­bra­dos, in­cluyen­do la ame­naza­da alme­ja gi­gante Tri­dac­na gi­gas. Pero ex­is­ten tam­bién grandes ex­ten­siones de platafor­ma con­ti­nen­tal cu­bier­tas por praderas de fan­eróga­mas mari­nas, que pro­por­cio­nan sus­ten­to a dugon­gos (Dugong dugon) y tor­tu­gas verdes (Ch­e­lo­nia my­das). Más allá, en las aguas pro­fun­das que rodean la isla, moran al­gu­nas de las más im­pre­sio­n­antes criat­uras del mar, las man­tas raya (Man­ta biostris), los tiburones bal­lena (Rhin­codon ty­pus) y los ror­cuales al­i­blan­cos (Bal­aenoptera acu­toros­tra­ta).

Pequeños detalles que marcan la diferencia

Palawan tiene unas in­fraestruc­turas muy no­ta­bles para los es­tán­dares de la región. La car­retera prin­ci­pal, cuida­dosa­mente man­teni­da, la atraviesa de un ex­tremo a otro. Cuen­ta así mis­mo con un aerop­uer­to in­ter­na­cional por el que pasan cada año más de un mil­lón de vi­a­jeros. Has­ta su for­ma, es­trecha y alarga­da, fa­vorece el tur­is­mo al per­mi­tir el ac­ce­so des­de la cos­ta a prác­ti­ca­mente cualquier rincón. Pese a ello, con El Nido y el Río Sub­ter­rá­neo aca­paran­do la may­oría de vis­i­tantes, to­davía es posi­ble dis­fru­tar de un am­bi­ente tran­qui­lo por toda la isla. Una muy bue­na se­guri­dad, bas­tante inusu­al en Fil­ip­inas, y so­breto­do el ex­tra­or­di­nario en­can­to de la gente ter­mi­nan por hac­er el resto.

Merece la pena ter­mi­nar men­cio­nan­do que tan­to go­b­ier­no de la nación, a través del PCSD (Con­se­jo para el De­sar­rol­lo Sostenible de Palawan) y el DENR (De­par­ta­men­to de Re­cur­sos Nat­u­rales y Medio Am­bi­ente), como las au­tori­dades lo­cales y re­gionales, es­tán to­tal­mente com­pro­meti­das con la pues­ta en mar­cha de políti­cas de de­sar­rol­lo sostenible. Su visión in­no­vado­ra ha ll­e­va­do a asen­tarse en la isla a un gran número de or­ga­ni­za­ciones no gu­ber­na­men­tales y em­pre­sas ecológ­i­cas, como la nues­tra mis­ma. Todo ello está con­tribuyen­do a sen­tar las bases de un fu­turo prom­ete­dor para Palawan.